miércoles, 27 de diciembre de 2023

En la Víspera de la Batalla de Calpulalpan..

 En este pequeño relato, los generales Jesús González Ortega, Ignacio Zaragoza y Leandro Valle, planean las estrategias de ataque en la será la última batalla de la Guerra de Reforma, en Calpulalpan. Valle está en una posición difícil, al encontrarse su querido amigo de la infancia en el bando enemigo. Sin embargo, decide ser él mismo quien tome la posición más cercana... 



El sol se ponía en el horizonte cuando el general en jefe, Jesús González Ortega, convocó a los jóvenes generales, Ignacio Zaragoza y Leandro Valle a reunirse para planear la estrategia del combate en Calpulalpan.

Jesús miró a sus dos compañeros de armas con expresión grave. Estaban en su tienda de campaña, rodeados de mapas y documentos, a pocas horas de la batalla decisiva. La guerra de Reforma había cumplido ya tres años y deseaban ponerle fin.

- Necesito que me digan sus estrategias para mañana -dijo González Ortega-. Ignacio, usted es el comandante en jefe. ¿Qué tiene pensado?

- Mi idea es atacar por el centro y el flanco derecho, aprovechando nuestra superioridad numérica y de artillería -respondió Ignacio Zaragoza-. El enemigo está atrincherado en una colina, pero no podrá resistir mucho tiempo nuestro fuego.

- Bien, me parece acertado -asintió González Ortega-. Y usted, Leandro, ¿qué opina?

-Tenemos que aprovechar el terreno... -respondió Valle-. Como bien señala Ignacio, los conservadores están atrincherados en una colina, pero hay un pequeño valle enfrente de la misma que podemos usar para sorprenderlos por el flanco izquierdo. Yo me ofrezco a liderar ese ataque…

 —Leandro, ¿está seguro de que quiere cubrir ese lado? —preguntó González Ortega con preocupación, mirando el mapa de la batalla que se avecinaba-. Usted sabe quien estará en este punto -dijo señalando con la punta de su sable la colina- ¿o no?

Leandro sintió un nudo en la garganta. Sabía que justo en la colina, frente al valle que planeaba ocupar estaría su amigo de la infancia, Miguel Miramón. Habían crecido juntos, estudiado juntos, eran como hermanos… Pero la guerra los había separado…

—Sí, lo sé, estoy seguro. Es mi deber como soldado y como patriota. —respondió Valle con tono de firmeza, aunque su voz temblaba un poco.

Zaragoza y González Ortega se miraron con sorpresa y compasión. Conocían la historia de amistad entre Valle y Miramón, y sabían que lo que proponía era un gesto de lealtad y de honor.

Zaragoza se levantó de su asiento y le puso una mano en el hombro.

 - Leandro, no tienes que hacer esto. Sabemos lo que significa para ti Miramón, y no queremos ponerte en una situación difícil. Déjame a mí ocuparme de él, yo tengo más experiencia y menos vínculos emocionales.

 Valle negó con la cabeza.

 - No, Ignacio. Te lo agradezco, pero prefiero ser quien esté en esa posición. Además, ¿quién mejor que yo para enfrentar a Miramón? Conozco bien sus estrategias..

-¿De verdad no prefieres dejarme el honor de enfrentarme a tu camarada?- preguntó de nuevo Zaragoza.

-No, gracias -respondió Valle-. Aunque Miramón sea mi amigo, no traicionaré nuestra causa. Soy leal a los liberales y defenderé mi posición con mi vida.

-Eso no lo dudo -dijo Zaragoza con sinceridad-...Pero quizás sea mejor que no te vea él a ti. Podría pensar que quieres rendirte o negociar.

-No hay nada que negociar -replicó Valle-. Ambos elegimos desde hace tiempo nuestros bandos... y...

- Está bien, Valle, está bien… -intervino González Ortega-. Pero tenga cuidado. No deje que sus sentimientos le nublen el juicio. Recuerde que estamos luchando por la patria y por la libertad. Y, sé que en su caso no es necesario, pero le advierto que no toleraré ningún acto de debilidad o de traición. Si usted falla o vacila, tendrá que rendirme cuentas a mí y a la historia. ¿Está claro?

Valle asintió con un gesto. Sabía que era una misión peligrosa, pero también una oportunidad de demostrar su compromiso con la República liberal por la que luchaba. Sí, la historia lo juzgaría…

-Les aseguro a ambos que mi corazón y mi deber están con la causa.

- Muy bien -dijo González Ortega-. Confío entonces en su lealtad y su valor. Le asigno el mando del flanco izquierdo... y acepto que esté al frente de la colina donde estará Miramón para vigilarlo de cerca. El general Zaragoza irá en la posición intermedia, y yo me quedaré mientras tanto en el centro, desde donde coordinaré las operaciones.

En el fondo de su corazón Valle sentía, no obstante, un gran conflicto. No quería cambiar su posición porque de hacerlo, temía que alguien más pudiera matar a Miramón.. Y aunque estaba consciente de que ahora era su enemigo en la guerra, no podía olvidar los años de amistad que los unieron. Deseaba salvarlo de sí mismo y de su error... lo hubiese invitado a que se uniera a los liberales, pero sabía que eso era imposible. Miramón era un hombre de honor y de principios... Y aunque éstos estuviesen equivocados, no se rendiría ni cambiaría de bando. Solo quedaba el enfrentamiento... 

Continuará…

*Escucha el podcast aquí: La Víspera de la Batalla de Calpulalpan (youtube.com)


No hay comentarios:

Publicar un comentario

El sonido de las letras...

  Cuando era chica, además de comparar el escribir con el hilar de una aguja (pensaba que las palabras pasaban por el ojal a otros mundos), ...