Cuando era niña, mi abuelito, que trabajaba en ferrocarriles, me regaló un maletín. Aunque era muy pequeño, siempre consideré que era para viajar y lo llené con las cosas chiquitas más importantes que una niña puede tener, como unos mini ositos, una pequeña libreta, y, bueno... cuando quise meter ropa, ya no cupo, pero metí dos pares de tobilleras y dos calzones (lo que siempre me dijo mi abuelita que debía cambiarse diario).
Lo tenía a la mano, listo para cualquier cosa, y pensé en estrenarlo una vez que hubo un problema en la cuadra: una vecina -que actualmente ya no vive ahí- decía que iba a explotar su tanque de gas (no sé si fue chisme o rumor, pero eso escuché).
Mi mamá dijo que nos íbamos y yo inmediatamente saqué mi maletita. Pensé que nos iríamos a otro lado, cuando seguramente el objetivo era sólo alejarnos en lo que pasaba el problema. Fuimos a la iglesia y estaban rezando el rosario. Nos integramos y las señoras que estaban ahí se sorprendieron de que mi hermana y yo, en ese entonces unas niñas pequeñas (mi hermano todavía no nacía), supiéramos rezarlo.
Yo pensé que nos íbamos a quedar la noche ahí, o incluso días... (en cuyo caso me preocupaba que sólo llevaba dos mudas, pero me sentía bien de haber traído "mi equipaje"). No fue así. Después del rosario y de platicar un rato regresamos a casa, al parecer ya se había calmado la situación y mi mochila se quedó sin abrir.
No obstante, después me la empecé a llevar cuando íbamos de visita con mi abuelita Lupe. Recuerdo que mi hermana llevaba a su vez una pequeña mochila azul de jareta, donde metía hasta abajo (como yo) las mudas de ropa interior, y luego la llenaba de pequeños juguetes. Nosotras decíamos que era "el avión", donde los muñecos viajaban... Nos acompañaron en muchas aventuras..
Actualmente ya no tengo ese maletín, pero siempre he considerado pequeñas bolsas o estucheras por si algo itinerante sucede. Así solía llevarme, por ejemplo, mi cepillo de dientes a la escuela (en la primaria eso se les hacía muy extraño).
Cuando estudiaba en la FES, mi mamá y mi hermano me regalaron una bolsa pequeña (porque decían que siempre cargaba una mochilota), ¡y vaya que la aproveché! No sé cómo, pero al estilo de la bolsa de Mary Poppins, a veces hasta un sándwich o unas galletas le cabían.
Y es que casi siempre he tenido un pie en el aire, dispuesto para un recorrido, ya sean imprevisto o planeado.. (en parte también por eso comencé después las visitas guiadas, para compartir lo que había visto en mis vagancias).
Este último año no he podido hacerlo tanto, pero vamos, sigo siendo una vagabunda...
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